Para entendernos enseguida, podemos decir que
un catarro o resfriado es cada uno de los episodios de obstrucción nasal,
aumento de mucosidad y tos que tenemos comúnmente en el período invernal y que
le han valido a los niños pequeños el sobrenombre de "mocosos".
Dentro del catarro, llamado técnicamente
"infección respiratoria alta" o "catarro de vías altas", se
incluyen una variedad de síntomas que provienen de la inflamación de la mucosa
respiratoria que va desde la nariz a los bronquios, y según el que más
predomine -porque suelen estar mezclados- diremos que tenemos una rinitis
(mucosidad nasal), una faringitis (dolor de garganta), una laringitis (tos
ronca) o una bronquitis (tos y ruidos respiratorios). Los resfriados pueden ir
acompañados de fiebre, y ésta se observa con más frecuencia cuanto menor sea la
edad de quien los sufre.
Los resfriados son muy frecuentes y
constituyen el motivo de consulta más habitual por el que los padres acuden con
sus hijos al pediatra. Este tipo de infecciones respiratorias son por norma
autolimitadas, es decir, que se curan solas en el plazo de unos pocos días y
sin dejar secuelas.
¿Quién
los produce y cómo se transmiten?
Los causantes de los catarros son casi
exclusivamente los virus y se estima que están involucrados más de 200 tipos
diferentes, predominando una familia de estos gérmenes conocida como los
rinovirus.
La infección se transmite de un individuo
infectado a otro sano a través de secreciones de las vías respiratorias (mocos)
que se expulsan al aire mediante la tos o los estornudos, o por medio de
objetos contaminados con estas secreciones. La puerta de entrada puede ser la
boca, la nariz o la fina piel que recubre los ojos (conjuntiva). Está
demostrado que las manos son un vehículo muy importante para la transmisión de
las infecciones respiratorias. En el caso de los niños pequeños, la
diseminación se ve facilitada al compartir objetos y juguetes que chupan, y por
la propensión al contacto directo con las manos y la cara (y a veces los
dientes).
¿Cuál
es su curso más habitual?
Cuando hay fiebre, ésta no suele durar más de
3 días, los síntomas nasales y de garganta ceden en una semana, pero la tos es
generalmente más persistente y no es raro que dure 2 ó 3 semanas.
La mucosidad nasal va cambiando también a lo
largo del curso de la enfermedad: inicialmente es como "agüilla" que
se escapa por la nariz, pero enseguida se va espesando convirtiéndose en mocos
blanquecinos que luego se vuelven amarillos e incluso verdosos y de esta forma
persisten unos días. Esto no es signo de complicación ni de necesidad de
tratamiento antibiótico.
¿Por
qué los niños se acatarran tanto?
Primero, porque tienen quien se los pase; es
decir, están en contacto con otros niños (parque, guardería o colegio) y
adultos acatarrados y que les transmiten los virus del resfriado.
Y segundo, porque "están verdes"
inmunológicamente, de forma que su sistema de defensa "desconoce" a
todos estos microbios y por eso resultan infectados con más facilidad.
Se estima, como promedio, que un adulto
normal padece 1 ó 2 catarros anuales y un niño entre 5 y 6, aunque dependerá
mucho del momento de la infancia en que se encuentre, con un pico de incidencia
máxima en los primeros años de escolarización o de asistencia a guardería. Esta
situación de susceptibilidad aumentada es transitoria, y al cabo de un par de
malos años, el número de episodios anuales de catarro disminuye claramente. Es
como si se tuviera que pasar forzosamente por esta etapa de catarro tras catarro
en los primeros años de la vida, y esto lo corrobora el hecho de que los niños
que han ido previamente a guardería, cuando luego llegan al colegio faltan
menos a clase por enfermedad que sus compañeros más "novatos" en el
mundo de los resfriados.
Es interesante aclarar que los niños no se
acatarran por salir al patio del colegio (lo que comúnmente se dice como que
"cogió frío"), sino que la transmisión del resfriado se produce con
mucha más facilidad en los locales cerrados (el aula), pues el contacto es más
estrecho y además, al haber menos ventilación, las toses y estornudos de los
acatarrados cargan el ambiente de virus en suspensión, que inhalan los hasta
entonces sanos.
¿Cómo
se trata?
El objetivo primordial del tratamiento de un
resfriado es aliviar sus síntomas, ya que no podemos atacar el origen, y además
prevenir en lo posible o estar al tanto de la aparición de complicaciones, y
todo ello teniendo muy presente la tendencia natural de estos procesos a la
curación espontánea; o lo que es lo mismo, intentando evitar al máximo la
provocación de efectos secundarios debidos o atribuibles al tratamiento
empleado.
Una de las medidas más eficaces como alivio
para el niño acatarrado es el lavado nasal con suero fisiológico. En el caso de
los bebés es recomendable ayudarse de una perilla de goma para aspirar la
mucosidad nasal en cualquier momento y especialmente antes de las tomas y de
acostarlos. El empleo de medicamentos, exceptuando los analgésicos-antitérmicos
(paracetamol, ibuprofeno, etc.) en el caso de que haya fiebre o malestar, no
produce efectos destacables como para recomendar su uso de forma generalizada.
Es importante saber que el tratamiento de un
catarro con antibióticos no acorta su duración ni disminuye la probabilidad de
complicaciones, y por ende favorece el desarrollo de resistencias a estos
medicamentos entre los gérmenes.
¿Pueden
evitarse?
Hoy por hoy no hay una vacuna eficaz contra
el resfriado de forma global, pues, como ya se comentó, son muchísimos los
microbios capaces de dar lugar a este cuadro clínico. Hay sin embargo una
"solución parcial" como es la vacunación anual contra la gripe, pero
teniendo bien claro que quien la recibe sólo queda protegido contra el virus
concreto de la gripe (virus influenza A y B) y no frente al resto de los
posibles causantes de cuadros catarrales. Hay quien recomienda, por tanto, la
vacunación antigripal de los más pequeños (de al menos 6 meses) si van a
guardería.
Otra estrategia preventiva, más difícil de
llevar a cabo, es la evitación de la exposición a personas acatarradas. De
todas formas, no nos cansaremos de repetir que el lavado de manos frecuente es
uno de los mejores hábitos para evitar la transmisión de enfermedades
infecciosas.
Mi
hijo está acatarrado, ¿cuándo debo llevarlo al pediatra?
Los catarros que no se complican se curan
solos y no necesitan tratamiento con medicinas. La vigilancia de los padres
debe dirigirse a la detección de posibles complicaciones. Éstas son producidas
sobre todo por bacterias, como otitis, sinusitis, conjuntivitis purulenta o
neumonía. La persistencia de fiebre más de 3 días, el dolor de oídos, la
dificultad para respirar, la persistencia de más de 10 días de mucosidad nasal
espesa de color amarillo o verdoso, o el decaimiento, deben ser considerados
síntomas de alarma y por lo tanto deben consultarse con el pediatra. En otras
ocasiones será directamente su sentido común o el deseo de resolver una duda,
quienes le aconsejen consultar con los profesionales sanitarios.
Fuente:
En Familia